A lo largo de la historia, las mujeres y también los hombres, han ido acumulando una serie de prácticas y conocimientos muchas veces propios de la experiencia o de la trasmisión oral y no tanto de los estudios reglados. Esto forma parte del capital vital de las personas. En esta ocasión aprovechando esta poesía de Miguel Ferrer Carmona, dedicada a la memoria de su abuela, queremos rendir un homenaje a todas esas mujeres tradicionales tan importantes en la vida familiar y social de los pueblos y que tan poco reconocimiento han tenido.
Muchas gracias, Miguel, por prestarnos tu sensibilidad poética y colaborar con nosotros.
MI ABUELA
Las manos de mi abuela
son seda y terciopelo
y finos peines de oro
cuando acaricia mi pelo.
Me siento en su regazo
y me cuenta muchos cuentos,
me aprieta bien con sus brazos
y yo me quedo durmiendo.
Mi abuela es la que manda,
el pilar fundamental,
para hijos y marido
para toda la familia
y resto de personal.
Es la jefa de la compra,
hace la ropa y jabón,
elabora embutidos,
administra el dinero,
enfermera de ocasión
con las hierbas naturales,
lavando toda la ropa
sea falda o pantalón.
Nos prepara el desayuno
como si fuera un hotel
y nos hace bien la cama
desde que tenía dosel.
Nos cose, borda y ganchilla,
con molde hace un abrigo,
o enjareta una chaqueta
con lana de borreguillo.
Mi refugio si me riñen,
es siempre muy comprensiva,
dialogante y razonable,
buscando la solución
que me sea más favorable.
Mi primera profesora
de letras como de ciencia,
hasta me enseñó latín
y el Catón con gran paciencia.
Nos defiende y nos protege,
nos da cariño sincero,
para ella soy el más guapo
sin que tenga ningún pero.
Me encanta su compañía,
me revela algún secreto
que tenemos escondido;
nos guardamos gran respeto.
Me da muy buenos consejos
y me enseña a compartir,
todo lo malo y lo bueno
que en la vida hay que vivir.
Quien no sabe disfrutar
de los mimos de una abuela,
se va de este mundo al otro
sin gozar de cosa buena;
no sabe que se ha perdido:
la experiencia, la bondad,
la dulzura, las caricias…,
la ternura y la amistad.
Francisca García Novis,
una abuela de novela,
la abuela mejor del mundo,
¡ qué grande que fue mi abuela!.
Las manos de mi abuela
son seda y terciopelo
y finos peines de oro
cuando acaricia mi pelo.
Me siento en su regazo
y me cuenta muchos cuentos,
me aprieta bien con sus brazos
y yo me quedo durmiendo.
Mi abuela es la que manda,
el pilar fundamental,
para hijos y marido
para toda la familia
y resto de personal.
Es la jefa de la compra,
hace la ropa y jabón,
elabora embutidos,
administra el dinero,
enfermera de ocasión
con las hierbas naturales,
lavando toda la ropa
sea falda o pantalón.
Nos prepara el desayuno
como si fuera un hotel
y nos hace bien la cama
desde que tenía dosel.
Nos cose, borda y ganchilla,
con molde hace un abrigo,
o enjareta una chaqueta
con lana de borreguillo.
Mi refugio si me riñen,
es siempre muy comprensiva,
dialogante y razonable,
buscando la solución
que me sea más favorable.
Mi primera profesora
de letras como de ciencia,
hasta me enseñó latín
y el Catón con gran paciencia.
Nos defiende y nos protege,
nos da cariño sincero,
para ella soy el más guapo
sin que tenga ningún pero.
Me encanta su compañía,
me revela algún secreto
que tenemos escondido;
nos guardamos gran respeto.
Me da muy buenos consejos
y me enseña a compartir,
todo lo malo y lo bueno
que en la vida hay que vivir.
Quien no sabe disfrutar
de los mimos de una abuela,
se va de este mundo al otro
sin gozar de cosa buena;
no sabe que se ha perdido:
la experiencia, la bondad,
la dulzura, las caricias…,
la ternura y la amistad.
Francisca García Novis,
una abuela de novela,
la abuela mejor del mundo,
¡ qué grande que fue mi abuela!.